I
......me desperté poco a poco escuchando en mi mente esa maldita canción, la que tantas veces escuchaba cuando estaba al lado de mi padre. ¡Cómo la odiaba! Siempre la sentí tan tétrica que me producía escalofríos cuando la ponía. Creo que aún los siento. Pero de dónde demonios saco esa tonada si mi padre ya no está? Se fue para siempre en aquel espantoso accidente que mi mente repite una y otra vez como una mala película de terror sin final cuya cinta se ha pegado a la casetera del reproductor. Podría jurar que hasta escucho el chillido de la tira metálica contra las cabezas sucias y polvorientas del viejo equipo de sonido.
Como es costumbre sigo asustándome al voltear a mi izquierda y ver a ese niño pálido con su rostro demacrado por falta de sueño y su mirada fija sobre mi rostro. Impávido, desorientado y sin pestañear siquiera, me sigue mirando; me mira y me siento intimidada. Cómo logra asustarme tan fácil con sólo mirarme fijamente sin decir nada? Y porqué todos los jueves a esta hora siempre está aquí parado contemplando mi despertar? Siempre a la misma hora: las 3:15 am, la misma maldita hora en que ocurrió. La verdad nunca quise realmente a este mocoso, medio hermano, de otra madre que ni conozco ni quise nunca conocer. Me recordaba el dolor tan grande que sufrió mi madre cuando mi padre le fue infiel, era como si cada vez que lo viera él mismo con su dulce y maldita voz me repitiera: "tu papá no te quiso, me quiere más a mí". Maldito! Maldito! Maldito! Y ahora viene aquí a pararse junto a mi cama cada noche de jueves sin decir palabra, aparte claro de gritar hacia el pasillo: "Mamá, Agatha tuvo un sueño". A veces podría jurar que nunca despega sus ojos de los míos. ¿Qué quieres? -le digo- mas nunca me contesta. Déjame en paz!!-le reprocho- pero es como hablarle a la pared. no sonríe, no cambia el semblante, no oculta un dolor en su rostro el cual me perturba. Maldito!!
Diría mi madre que soy una terca maldiciendo constantemente, pero creo que sólo lo hago cuando no estoy en control de mis emociones, y la verdad me es muy difícil pasando tantas noches sin poder dormir y con múltiples pesadillas que no dejan de enviarme de vuelta al carro. Esa noche de jueves veníamos de una fiesta. Por supuesto que nunca desee estar ahí. Las fiestas hacía mucho que no me despertaban el mínimo interés por más que quisieran mis padres que las disfrutara y que tratara de recuperar mi sonrisa. Qué les importaba? No me parece que sea la única adolescente harta de su vida con ligeros sentimientos de asco para con su ideal de una familia feliz cuando la mía resultaba ser tan disfuncional gracias a la infidelidad de mi padre. Nunca entendí para qué lo perdonó mi madre. Cada vez que le pedía explicaciones sólo sollozaba y decía que era por nosotros. ¿Nosotros? Se me revolvía el estómago cuando la escuchaba poner a ese mocoso como mi hermano, como si fuera realmente alguien a quien debía aprender a querer en contra de mi voluntad. Esa noche estaba más enojada que de costumbre. Me era muy práctico echarle la culpa de mi temperamento a la menstruación, de todos modos ninguno de mis padres conocía mi período como para saber si era cierto o no. Y la verdad no sé si fue por lo cansada que estaba o porque sencillamente anhelaba que la tierra me tragara y ya nunca más nadie supiera de mí, pero en verdad esa noche perdí totalmente mi paciencia, estallé.
Me cansé de tantas cosas a la vez que se abalanzaron sobre mí como una montaña de nieve, fría, helada y sin vida y que me arrastraba sin sentido hacia abajo. Tenía la sensación de querer estar en el suelo agachada, apertrechada sobre mí misma, que era la única persona en quien realmente confiaba. Grité tan fuerte y golpeé tantas veces los asientos que nunca me percaté que mis padres habían dejado de pelear y ofenderse el uno al otro y ahora estaban tratando sin éxito de calmarme. Todo pasó tan rápido... los recuerdos pasan como imágenes borrosas por mi mente como un carrusel diabólicamente rápido, y siempre con la maldita tonada de mi padre que casualmente llevaba puesta esa noche, esa maldita noche. Lo último que recuerdo es ver la misma mirada de este mocoso, igual a la de ahora gritándole a mi madre asustado de verme, como si me importara verlo temeroso por mi culpa.
El aire a esta hora siempre es frío. No estará congelado como yo? Debería irse a dormir con mi madre y dejarme tranquila, pero en cambio sigue aquí, impávido, desorientado y sin pestañear siquiera. Maldito mocoso! Es que mi padre te ha mandado a atormentarme cada noche hasta que por fin me canse?...