domingo, 15 de septiembre de 2013

Cenizas



...y mientras leía su epitafio, se dio cuenta que aún caminaba entre tinieblas. De nada había bastado todo ese derroche de buenas obras por el cual lo recordaban. Agudizó su oído y escuchó voces de ángeles que se perdían entre los ecos del vacío. Ya no quedaba nada por hacer, y él lo sabía. Una lágrima en su ojo izquierdo fue el único adagio que sopló por un momento un sencillo arrepentimiento, y un suspiro de perdón. Arrastrando sus pies siguió el sendero hacia el fondo, cada vez más oscuro; más hondo. Y su piel se fue desmoronando con cada pisada que daba hasta convertirse en ceniza; ceniza que caía sobre su tumba...