De su boca emanaba el odio en su estado más puro.
Se regocijaba y rendía pleitesía a la diosa venganza.
El castigo que miraba le parecía poco,
y más bien deseaba que existiera una segunda oportunidad para repetir el flagelo.
En su amarga gula se atiborraba la boca
con serpientes y cucarachas que resbalaban por sus labios,
Y sus dientes llenos de la sangre de personas inocentes
eran como filosas espadas de batallas medievales,
Cortando sin piedad
Matando sin piedad
Envenenando su alma cada vez más.
Logró mirar al espejo y su rostro ya no era el de la sociedad que creía ser.
Era la faz del mismísimo demonio,
riendo a carcajadas sabido de una labor cumplida,
en muchas almas perdidas.
martes, 15 de abril de 2014
Inquisición
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