Como el viento perenne que acaricia tu piel
mientras cierras
los ojos y tus brazos
extendidos dan un humilde recibimiento.
Como ese río que miras fluir fresco
radiante
cristalino
que no sabes donde empieza
ni mucho menos donde termina
y
en el cual recoges el reflejo de tu dulce rostro.
Como ese pensamiento que se lleva
en lo más
profundo del alma
y siempre está presente
es un recuerdo
es una memoria
y
quizás un hermoso sentimiento
de seguridad que te conforta.
Así es la amistad.
Un tesoro invaluable que
no muere con el tiempo
ni se deja seducir por los ratos en que no pueda verte.
El no tenerte cerca no implica el olvido
porque la más pequeña de tus ausencias
me provoca extrañarte
y nace en mi
pecho un nuevo anhelo
que cuentes conmigo siempre
y sepas que este detalle es
tan sólo una compensación
Para agradecer el regalo tan maravilloso
que recibí de ti el mismo día que te conocí:
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