¡Reacciona!
Abre tus ojos a la realidad.
¡Grita! ¡Corre! ¡Huye!
Siente el dolor y la pena de actuarle a la vida, vida tal cual es.
Soporta este trago amargo con sapiencia y responsabilidad.
Ponte tu careta de parsimonia mientras estés golpeando las paredes de tu mente hasta que te sangren los nudillos.
¡Renuncia!
Deja que el viento se lleve aquello que nunca debió llegar.
Espera, sana, renueva.
Limpia el desorden en tu cabeza y apacigua tu ansiedad con la dicha y el aroma de la porcelana que posees.
Deja que el tiempo cure las heridas de tu propio flagelo. No de aquel placer erróneo sino más bien el de ese vestigio de tu batalla interna.
Una luz se asoma a lo lejos y hay que seguirla.
Una mirada se calla en silencio.
Una caricia se pierde en la oscuridad.
Un abrazo se disfraza de inocencia.
Unos centímetros se convierten en kilómetros.
Y aún así...
Mañana será otro día.
Un día más, para seguir luchando.
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